miércoles, 29 de enero de 2014

¡Aaaasúcar!


El último de mis descubrimientos tiene que ver con los exámes. Los míos acabaron la semana pasada pero los recuerdo como si hubiesen sido ayer- será que si todo va bien estos habrán sido los últimos de mi carrera-. 

El caso es que también está relacionado con esto de vivir emancipada y tener que hacerlo todo una misma.

Un día cualquiera estaba en Colruyt -ese gran supermercado- y me dio por comprar unos sugus de la marca Fruitella. Hasta aquí nada que decir más que estaban buenos y repetí varías veces ;) . 

El "problema" llegó con el paso de las semanas. Me apetecía comer cosas dulces, más allá de las galletas. Así que fuí comprando chucherías y al mismo tiempo acabándolas o más bien dicho deborándolas.

Pues bien, cuando llegó la época de exámenes, sin acabar de comprender el por qué, me hice con más amiguitos de gelatina y azúcar. En concreto, quilo y medio. Eso sí, repartido en tres bolsas. 

Una vez acabada la época de exámenes me dio por pensar en la explicación de estas compras cuando yo antes sólo comía golosinas el seis de enero. La conclusión a la que llegué fue una bastante obvia, lo sé. Mi organismo necesitaba en aquel entonces un chute de azúcar. 

Tampoco le he dado muchas más vueltas. Esto se puede notar en mi vaga explicación del párrafo anterior. Lo único que espero es que no haya desarrollado dependencia y que cuando vuelva esto sea sólo una anécdota más.

¡Hasta pronto!

P.d.: os dejo con Let me go de Gary Barlow. (Título con complejo de lector/a de cartas).


  

lunes, 13 de enero de 2014

¡De vuelta a casa!


Después de estar cuatro meses fuera de casa me doy cuenta que tengo dos casas y no una. La que dejé en Leuven y a la que volví por navidad.

Resulta que he creado vínculos con la ciudad que me está acogiendo durante unos meses. Pero no estamos aquí para ponernos sentimentales, por lo menos por ahora ;)

Creo que estuve en Barcelona durante dos semanas más o menos, parece que hace un montón que volví de allí, pero todavía no hace ni una semana. Los días pasaban rápidos entre comidas, cenas, sobremesas familiares. 

Aun así, he de reconocer que lo más emotivo de todo no ha sido el rencuentro físico con mi familia. Nada de eso. Lo mejor, sin duda, ha sido la fugaz relación que volví a vivir con la biblioteca =P 

Como todo lo bueno se acaba, tuve que dejar la biblioteca y volver a mi casa belga así que aquí estoy escribiendo para aliviar las tensiones típicas estudiantiles. 

Aunque para tensiones la que sufrimos en el avión a Bruselas. Cuando lo cuento o lo recuerdo no puedo evitar sonreír pero vaya canguelo nos entró a todos. Incluso al español que se pensaba que iba en el metro y aprovechó que el avión estaba bastante vacío para sentarse donde le salió y para poner flamenquito, en fin... No soy una viajera experta pero no sé yo cuantas veces una se encuentra con que el avión pierde altura por culpa de las turbulencias. Y no sólo una vez. Dos.   

Nota para mí misma: el español del flamenquito se merece al menos un párrafo en un post futuro.

¡Hasta pronto! y mientras... Jarabe de palo :)